miércoles, 9 de noviembre de 2016

Eligiendo tu marco...

Lo sé. No es correcto hoy por hoy. De hecho, creo que nunca lo sería. Decir, decirte estas cosas alocadas, estos significantes singulares que empujan y se creen necesarios de salir... aunque sea por una ruta distinta, pero de alguna manera llegarán a destino, hacia afuera.
Lastimosamente, o no, en estos últimos tiempos me estuve topando con figuras, líneas, contornos y totalidades que afectan de manera poco usual las fibras internas que deberían limitar la percepción externa de la maquinaria y la ingeniería imaginaria interna; en otras palabras, llegan a mí rostros, manos, y misterios siniestros y dulces, creo como nunca antes, y una intensidad, que, de hecho, pareciera estar acolchonando semejantes impactos. Y es que en el pasado hubiera cedido, incapaz de contener mis palabras, mis peligrosas palabras.
Sin más: te aprecio. Noto de lejos, y aún más de cerca, que tenés de esos rostros, esas facciones de revista, de publicidad de muy alta producción. Tenés esas bondades que dejarían a cualquier ser humano deseoso de más; de que pasaran esa publicidad de nuevo más adelante, o bien encontrarte nuevamente en otra entrega de la misma producción en la contratapa de la revista del próximo fin de semana.
Despierto (otra vez), y me doy cuenta que de hecho, es posible repetir esa imagen tan cautivante en momento y lugar pre determinados. Me despabilo y pienso: "¡qué suerte la mía!", ciertamente, ya no estoy soñando. Hoy te veo otra vez: capto otro perfil tuyo, otra mirada, una sonrisa con un arqueamiento, un ángulo mayor, inferior, o hasta ya creo poder describir cuándo son repetidos. En cada repaso luego de cada minucioso examen, suspiro. Dudo nuevamente qué tan desacertado y voraz sería decirte estas cosas. Me muerdo un labio y lo dejo pasar.
Sin embargo, como no soy tanto el de antes, te invito a seguir una pequeña charla que habíamos entablado. Huyo despavorido de tus ojos. No me gusta no hacer contacto visual con la gente que hablo, pero estoy casi seguro de que si lo hago contigo, algo no va a poder aguantar. No quiero verte sonreír si digo algo gracioso, que se dibujen esas líneas tan generosas y tiernas arriba de tu boca. Tampoco puedo continuar detallando cada aspecto que me privé de disfrutar, porque no viene tanto al caso. Posiblemente haya un momento más adelante para contarte todo esto, o quizás nunca. Eso no es tan importante.
En resumen: tu belleza no es sólo una que atrae e invita a soñar y regocijarse en el milagro de la experiencia de ese hecho. Sino que es también una belleza conmovedora. Como aquella que inspiran los grandes monumentos o los atardeceres. Uno lo guarda en la memoria, le saca una foto si es posible, la imprime (o revela) y en mi caso, como me gusta hacer, las enmarco y cuelgo en la pared. Si, así es. Eso es. Poder capturar algo libre, que jamás me pertenecerá, pero de alguna manera temo olvidar. Me conmueve.